Me gustan las casualidades, me hacen sentir segura. Como si algo completamente externo que no dependiera de mi
fuerza y determinación, me dijese que voy por el camino correcto.
Una sesión llena de analogías que redundaban en una sola
pregunta que aún no puedo responderme (aunque posiblemente cuando la respuesta
apareciera no lo hiciera de un modo consciente) me hicieron iniciar un ritual
que bien podría estar emulando algún texto del libro que estoy leyendo.
El café, elegir la mesa con mejor luz, elegir del menú algo que
fuese estéticamente bello y de mi agrado para vivirlo de un modo completamente
íntimo. Sin fotos. Apenas un posteo sobre mi cita romántica con el libro.
Pedir otro café y leer hasta terminar el capítulo subrayando
los datos y las frases en las que podía encontrarme a mí misma.
Hacer que el camino de vuelta atravesara el parque y
quedarme un rato en ése lugar favorito donde se escucha el agua y se pueden ver
los peces koi.
Notar de repente que estaba viviendo la mayoría de los
últimos días como si fuesen domingo, como si fuesen conceptualmente un domingo.
Con todo lo bueno y lo malo que eso implica.
Por ejemplo mirar episodio tras episodio de una serie hasta
la madrugada y ver que en la cuarta temporada aparece uno de mis directores
favoritos en el que había estado pensando. Aparece en un papel absolutamente
secundario en un solo episodio pero sentí como si lo hubiera convocado yo misma
con el pensamiento.
Volvía caminando como si además de ser domingo estuviera de
viaje. Entré a pequeños negocios que compartían la particularidad de parecer
congelados en el tiempo. Como de otra época. En el último compré algo casi a
modo de souvenir porque quería materializar la sensación de sentirme como viajante
en mi propio barrio.
Llegué a casa, me dí cuenta que ya no me quedaban episodios
de la serie. Decidí ver una película. No sabía qué elegir… Así que después de
mirar cantidades de títulos random, elegí una por la portada, que consistía en
una ilustración muy simple sobre un fondo naranja y una tipografía de líneas
rectas que rezaba el título en una sola palabra. Siempre tengo la corazonada de
que si me gusta la portada me va a gustar la película.
El protagonista de la peli, resultó ser el mismo actor de la
serie. En este caso interpreta un chofer de colectivo que tiene una
sensibilidad tremenda para observar pequeños detalles y escribir poemas.
De entrada me conmovió la temática y la estética con la que
estaba relatada la historia. Dos personajes de otra película de otro de mis
directores favoritos aparecen teniendo un diálogo como pasajeros del colectivo
que maneja el protagonista. El tema del que hablaban era exactamente el mismo
que otro libro que yo había leído anteriormente y me había regalado alguien que
amo.
Los elementos relevantes en los planos respondían a otras
imágenes asociadas a sensaciones con las que vengo dialogando hace un tiempo.
Los días que pasan, el texto sobre la imagen, la pintura
sobre las cosas, la misma cama, un libro, un espacio de reconocimiento, un
cuaderno destrozado, un cuaderno en blanco… y todos los mensajes en forma de sueños
y casualidades.
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